lunes, 30 de noviembre de 2009

Yo aprendí

Yo aprendí
que no puedo exigir el amor de nadie. Apenas puedo dar buenas razones para que gusten de mí, y tener paciencia para que la vida haga el resto;
que a pesar de que ciertas cosas puedan ser importantes para mí, hay personas a quienes no interesan, y jamás conseguiré convencerlas;
que puedo pasar años construyendo una verdad, y destruirla en apenas unos segundos.

Yo aprendí
que puedo usar mi seducción durante unos quince minutos, pasados los cuales tengo que saber de qué estoy hablando;
que puedo hacer algo en un minuto y tener que responder por ello el resto de mi vida;
que así como por más que un pan se corte en rebanadas, este pan continúa teniendo dos caras, lo mismo se aplica para todo lo que cortamos de nuestro camino.

Yo aprendí
que tardaré mucho en transformarme en la persona que quiero ser, y debo tener paciencia;
que puedo ultrapasar los límites que yo mismo me coloqué;
que tengo que escoger entre controlar mi pensamiento o ser controlado por él.

Yo aprendí
que los héroes son personas que hacen lo que creen que deben hacer en un determinado momento, independientemente del miedo que sientan;
que perdonar exige mucha práctica;
que hay mucha gente que me aprecia pero que no consigue expresarlo.

Yo aprendí
que en los momentos más difíciles, la ayuda vino justamente de aquella persona que yo pensaba que iba a intentar perjudicarme;
que puedo estar furioso, pues tengo el derecho de irritarme, pero no tengo el derecho a ser cruel;
que jamás puedo decir a un niño que sus sueños son imposibles. Será una tragedia para el mundo si consigo convencerlo de eso.

Yo aprendí
que mi mejor amigo me hará daño de vez en cuando, y tengo que acostumbrarme a ello;
que no es suficiente ser perdonado por los otros; tengo que perdonarme yo primero;
que no importa cuánto esté sufriendo mi corazón, el mundo no se detendrá por causa de eso.

Yo aprendí
que las circunstancias de mi infancia son responsables por lo que soy, pero no por los caminos que elegí siendo adulto;
que en una pelea, tengo que decidir de qué lado estoy, aun cuando no quiera verme envuelto en ella;
que cuando dos personas discuten no quiere decir que se odien. Y cuando dos personas no discuten no significa que se amen.

Yo aprendí
que por más que quiera proteger a mis hijos ellos sufrirán y yo también sufriré, pues eso forma parte de la vida;
que mi existencia puede cambiar para siempre en pocas horas por causa de personas desconocidas;
que los diplomas en la pared no me hacen ni más respetable ni más sabio.

Yo aprendí
que la palabra "amor" pierde su sentido cuando es usada sin criterio;
que ciertas personas se van para siempre pase lo que pase;
que es difícil trazar una línea entre ser amable, no herir a las personas, y saber luchar por las cosas en las que creo.


2003

domingo, 25 de octubre de 2009

Sentido Abandonado

He abandonado uno de mis sentidos
Cuando recuerdo que ya no puedo palpar el agua
Que las heridas cierran, pero quedan las cicatrices
Y el fuego no quema como antes, porque ya he dejado de jugar con él.

Ahora mis quejas se reducen a palabras
Pronunciadas por algunas miradas que ya nadie sabe descifrar
Miradas que se cierran a la mínima noción de egoísmo ajeno
Miradas que se escapan traviesas, y en vacío dejan de ser cómplices
Porque se disuelven una y otra vez.

El tacto desaparece de mí, de las cosas, de las superficies
De los temas intensos, de mi vientre imperfecto,
De los sueños, de las fantasías, de las madrugadas,
Los amaneceres detenidos, ahora, distinto,
Porque se me pasa rápido el tiempo, para poder tocar la noche.

No tengo más armas que mis manos
Estas que están emancipadas
Que viajan solas entre el viento que bota en mi cuerpo
Son las manos que han decidido dejar de jugar,
Dejar de tocar, de palpar, para no sentir, para bloquear
Teniendo fe en que es la única manera
De dejar atrás, lo que debe quedar allí.

domingo, 18 de octubre de 2009

Letras

De nuevo esta sensación
Esta tinta, este papel.. virtuales, como muchas en la vida
No sé por donde empezar, es mucho, es tan poco
Creo que se juntan varias cosas
entre ellas
el amor
la tristeza
la alegría
la incertidumbre

Que difícil es estar y no estar.. de sentirte, de buscarte a ti mismo
En fin dicen que transitamos, por la vida supongo, por el día a día
pero en que momento nos detenemos y decimos aquí quiero estar, aquí pertenezco?
Es lo difícil del tránsito, o cuando te atascas en aquella vía donde sabes que te va mal
o cuando te indican que llegaras allí más rápido.
Supongo que la felicidad es aquello que te puede indicar el camino, ya que la felicidad la encuentras con pedazos de ese camino
con esos huecos que encontraste pero supiste cambiar
el rumbo de la voltereta de tu alma.

Dejas algo en el camino
Tal vez un día te preguntes ¿Por qué lo deje?
no lo entenderas
porque ya esta lejos de ese punto
¿Entonces?
Te encuentras ante una vía difícil,
o una vía de mil destinos.
y de nuevo ¿Entonces?
Qué difícil es no equivocarse
y si no fuera así
capaz no llegaríamos nunca al lugar indicado.

Es tan difícil.
Entonces la alegría llega, se calma un lugar de ese camino,
sale el sol,
llegan los amigos,
la sonrisa,
alguien a quien "amar",
la casa, pero vacía
Que duro, que raro
Es una felicidad incompleta,
como siempre
¿Supongo?

Unos se van
dejan algo,
otros se quedan
e igual dejan algo
un sentimiento,
un recuerdo,
un suspiro,
un sueño,
un deseo.

No puedo seguir escribiendo, son muchas cosas las que no se organizan,
muchas ganas de escribir y pocas de leer... digo leer el alma... tratar de entrar en ese mundo enrollado que muchos dicen tengo, y que si nos miramos todos internamente
lo tenemos.

Quiero la intranquilidad para aquellos que hize intranquilos
quiero la luz para aquellos que deje a oscuras
quiero una sonrisa, para que mi mundo vuelva al lugar adecuado
para que tránsite por un lugar donde las palabras no se escondan,
donde la música llegue como siempre
donde el miedo a volar
y abrirte al mundo
se vayan de mí...

C.T

miércoles, 7 de octubre de 2009

Tiempo

Pasa el tren.... y se va
pasa el ruido... y se va
pasa la noche... y se va
pasa el día.... y se va
pasan los meses,
pasan los años.

Pasas tu....
y sigues estando siempre.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Seamos Reales

Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa, ni añadir brillos a lo que es.

Esto me obliga a oírme.
Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico.
Debo llevar en peso mis palabras.
Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces,
mi mentira, señálame la impostura,
restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

Rafael Cadenas

Extranjero

No estoy segura,
No sé si habito
Si pertenezco
Si vuelo
Si me falta la memoria para perpetuar en el tiempo
Si aun siento
Cuando se me hace larga la distancia
Cuando me ensayo los besos
Cuando cierro los ojos -y vivo-
Cuando sueño

-Y el problema no es la vida
Sino la muerte,
Que me llega arrepentida
Oprimiéndome los huesos
De haber cerrado la ventana tantas vece
sEn cada una matándome de a poco

-Pero dejándome aliento
-Diciéndome a voz queda que seguirá apareciendo
¡Que manía tengo! Yo,
Siendo pájaro
Empeñándome en la Tierra
En su olor
En su aroma
En su sabor sabor
En su acento indecente
En el árbol de su cuerpo donde quisiera postrar mi nido
En esa Tierra que no me pertenece.

-Y mi excusa es la muerte
-Pero esta vez será la vida
Que ilegal me roba los sueños
Y con su despiadada risa me hace largo el camino
Atrincherada la suerte
Que desbocadas las ganas –hierven
-Dejándome apenas gemido para seguir existiendo-

¡Y aun con esta manía!
No me importa si duermo
Si el día será desvelo
Si son mentiras sus besos
En manos que no veo
Un mensaje escribió en mi pleno
-Sus pecados desbocados-
Esos que me invento-

viernes, 28 de agosto de 2009

Cuestión de costumbre

Me estoy acostumbrando a las sonrisas artificiales y al dolor prematuro.
Tambièn, al tè de durazno -sin azùcar- en el desayuno y a las series comerciales a las nueve de la noche.
Me estoy acostumbrando a un futuro en tiempo presente.
Al orden desordenado.
Y al desorden sentimental.
Me estoy acostumbrando a vestirme de negro.
A sentirme de gris.
A vivir sin color.
Me estoy acostumbrando a TANTAS cosas, que sè, no deberìa acostumbrarme.
No quiero reir por simple costumbre.
No quiero besar por simple costumbre.
No quiero llorar por simple costumbre.
No quiero vivir por simple costumbre.
Quizà, porque no me acostumbro a ser infeliz como dirian muchos.
Prefiero luchar.
SENTIR.
Siempre SENTIR.
Con ènfasis.
En mayùsculas.
Hasta que me acostumbre a la rutina y vuelva, irremediablemente, a cuestionarme.
Como una puerta que nunca ha estado cerrada ni abierta.
Como un ciclo.
Como una mujer.
Como un todo.
Como TODO.

martes, 12 de mayo de 2009

Como si fuera la primera vez

Quiero creer que voy a mirar este nuevo año como si fuese la primera vez que desfilan 365 días ante mis ojos. Ver a las personas que me rodean con sorpresa y asombro, alegre por descubrir que están a mi lado compartiendo una cosa llamada amor, de lo que se habla mucho y se entiende poco.

Subiré al primer autobús que pase, sin preguntar a dónde va, y me bajaré en cuanto vea algo que me llame la atención. Pasaré por delante de un mendigo que me pedirá una limosna. Tal vez le dé, o tal vez piense que se lo gastará en bebida, y siga adelante, oyendo sus insultos, y entendiendo que esa es su forma de comunicarse conmigo. Pasaré por delante de alguien que está intentando destrozar una cabina telefónica.

Tal vez intente impedírselo, o tal vez entienda que hace eso porque no tiene con quién hablar al otro lado de la línea, y de esa forma intenta espantar su soledad. En cada uno de estos 365 días miraré todo y a todos como si fuese la primera vez, sobre todo las cosas pequeñas, a las que ya estoy tan acostumbrado que he olvidado la magia que las envuelve. Las teclas de mi ordenador, por ejemplo, que se mueven con una energía que no comprendo. La página que aparece en la pantalla, y que hace mucho que no se manifiesta de manera física, aunque yo crea que estoy escribiendo en una hoja blanca, donde es fácil corregir con sólo pulsar una tecla.

Tantas cosas en el mundo, tantos caminos recorridos, tantas entradas y salidas en mi vida. Voy a ponerme una camisa que acostumbro a llevar, y por primera vez voy a fijarme en su etiqueta, en la forma en que fue fabricada, y voy a intentar imaginar las manos que la diseñaron, así como las máquinas que transformaron ese diseño en algo material, visible.

Incluso las cosas a las que estoy habituada, la taza de café de la mañana, los zapatos que después de mucho uso se transformaron en una extensión de mis pies, se revestirán del misterio del descubrimiento. Que todo lo que toque mi mano, vean mis ojos, pruebe mi boca, sea ahora diferente, aunque haya sido igual durante muchos años. Así, dejarán de ser naturaleza muerta, y pasarán a transmitirme el secreto para estar conmigo tanto tiempo, y manifestarán el milagro del reencuentro con emociones que la rutina ya había desgastado.

Quiero mirar por primera vez al sol, si mañana hace sol; a las nubes, si mañana está nublado. Por encima de mi cabeza existe un cielo al que la humanidad entera, a lo largo de miles de años de observación, dio una serie de explicaciones razonables. Después olvidaré todas las cosas que aprendí respecto a las estrellas, y estas se transformarán de nuevo en ángeles, o en niños, o en cualquier cosa que quiera creer en el momento.

El tiempo y la vida han ido transformando todo en algo perfectamente comprensible, y yo necesito del misterio, del trueno que es la voz de un dios encolerizado, y no una simple descarga eléctrica que provoca vibraciones en la atmósfera. Quiero de nuevo llenar de fantasía mi vida, porque un dios encolerizado es mucho más curioso, interesante y aterrador que un fenómeno físico.

Y por último, quiero verme a mí misma, cada uno de estos 365 días, como si fuese la primera vez que estuviese en contacto con mi cuerpo y mi alma. Quiero ver a esta persona que camina, que siente, que habla como cualquier otra, quiero admirar sus gestos más simples.Y así, seguiré siendo lo que soy y lo que me gusta ser, una constante sorpresa para mí misma. Esta yo que no fui criada por mi padre ni por mi madre, ni por mi escuela, sino por todo aquello que viví hasta hoy, olvidé de repente, y estoy descubriendo de nuevo.

domingo, 19 de abril de 2009

Un amor (im)posible

Daniel pasaba a diario por la autopista Francisco Fajardo. Todos los días, desde el carro, la miraba a ella, imponente, hermosa, grande, con sus curvas bien puestas, caderas pronunciadas, pechos firmes, los brazos en alto como buscando el cielo.

Estaba enamorado de ella desde hacia años, desde que había escuchado por primera vez la canción que Rubén Blades le compuso a esta diosa: Maria Lionza.

Se había enamorado de una estatua. Creo que no se había dado cuenta de este pequeño detalle. Esta mujer le parecía la más hermosa de la ciudad. La ideal. La perfecta. Y por eso, aunque no tuviera que pasar cerca, igual lo hacía. Necesitaba al menos mirarla.

Secretamente soñaba con llegar una tarde y encontrarla de carne y hueso, poder montarla en su auto y llevarla a cenar y a tomar algo en la ciudad. No le contó a nadie sobre sus expectativas. Lo único que hizo fue pasar una y otra vez por la autopista, "Quizás un día ella deje de ser estatua, se convierte en mujer y desee estar conmigo" se decía de manera optimista.

Daniel no se dio cuenta de dos cosas. Una, que esa "mujer" de la que se había enamorado era de piedra, no de carne y hueso. Y que por más amor que el pudiera darle, ella no podía recibirlo y mucho menos retribuírselo. La segunda cosa que no miro Daniel mientras visitaba a Maria Lionza a diario, es que en otros autos, en la calle, en la vía, en las aceras, había otras mujeres posibles

viernes, 20 de marzo de 2009

Independencia emocional

«Al principio de nuestra vida, y una vez más cuando envejecemos, nos hacen falta la ayuda y el cariño de los demás. Desgraciadamente, entre estos dos periodos de nuestra vida, durante el tiempo en el que somos fuertes y capaces de cuidar de nosotros mismos, descuidamos el valioso cultivo del cariño y de la compasión. Puesto que nuestra propia vida comienza y termina con necesidad de afecto, ¿no sería mejor que practicásemos la compasión y el amor hacia los demás mientras somos fuertes y capaces?

Es verdaderamente curioso observar cómo nos enorgullecemos de nuestra independencia emocional. Aunque, claro está, tal cosa sea muy cuestionable: seguimos necesitando a los demás durante toda nuestra existencia, sólo que resulta “vergonzoso” demostrarlo, y entonces preferimos llorar ocultamente. Y si alguien nos pide ayuda, es que se trata de un sujeto débil, de alguien incapaz de controlar sus sentimientos.

Hay una ley no escrita que dice que “el mundo es de los fuertes”, y que “sobrevive apenas el más apto”. Si esto fuese cierto, la especie humana no habría podido subsistir, pues sus individuos necesitan protección durante un largo periodo de tiempo (los especialistas dicen que apenas podemos valernos por nosotros mismos después de los nueve años de edad, mientras que una jirafa lo consigue en ocho meses como máximo, y una abeja alcanza su independencia en menos de cinco minutos).

Estamos en este mundo. Por lo que a mí respecta, yo sigo – y seguiré siempre – dependiendo de los demás, aunque a veces no lo quiera creer. Dependo de mi familia, de mis amigos. Dependo incluso de mis enemigos (si es que los tengo).

Desde luego, hay momentos en los que este fuego avanza en otra dirección, pero yo nunca dejo de preguntarme: ¿Dónde están los otros? ¿Acaso me aislé demasiado? Como a cualquier persona sana, también me hace falta la soledad, el tiempo de la reflexión.

Pero esto no debe convertirse en un vicio y muchas veces se ha convertido en eso mismo, un vicio.

La independencia emocional no conduce absolutamente a ninguna parte – a no ser a una pretendida fortaleza, cuyo único e inútil objetivo es impresionar a los demás.
La dependencia emocional, por su parte, es como una hoguera que encendiéramos.
Al principio, las relaciones son difíciles. De la misma manera, con el fuego hay que conformarse primero con el desagradable humo, que dificulta la respiración y arranca las lágrimas.

Sin embargo, una vez encendido el fuego, el humo desaparece, y las llamas lo iluminan todo, transmitiendo calor, calma, y, de cuando en cuando, haciendo saltar alguna brasa que nos quema, pero que también anima nuestra relación. ¿No están de acuerdo?

Termino diciendo algo que leí hace pocos días, referente la importancia de las relaciones humanas:

«Todos hemos oído hablar de una dolencia de África Central conocida como enfermedad del sueño. Lo que tenemos que saber es que existe una enfermedad muy similar que ataca al alma, y que es muy peligrosa, porque se desarrolla sin ser detectada. Al notar el menor síntoma de indiferencia y de falta de entusiasmo ante los demás, hay que hacer saltar las alarmas.

»La única manera de prevenirse contra esta enfermedad es entender que el alma sufre, y mucho, cuando la obligamos a vivir superficialmente. Al alma le gustan las cosas bellas y profundas».

P.C.

miércoles, 4 de marzo de 2009

En busca del líder perfecto

Un lector me envía un cuestionario. En él, presenta el perfil de tres líderes mundiales que vivieron en la misma época, y pregunta si es posible escoger al mejor de ellos a partir de los siguientes datos:

Candidato A: tuvo contacto con curanderos, consultaba a astrólogos con frecuencia. Tenía dos amantes. Su mujer era lesbiana. Fumaba mucho. Bebía de ocho a diez martinis por día.

Candidato B: no conseguía mantenerse mucho en el mismo empleo debido a su arrogancia. Dormía hasta el mediodía. Fue consumidor de opio en su época de colegial, y siempre fue considerado un mal alumno. Bebía una copa de coñac todas las mañanas.

Candidato C: fue condecorado como héroe. Era vegetariano. No fumaba. Tenía una disciplina ejemplar. Bebía una cerveza muy de vez en cuando. Permaneció con la misma mujer en sus momentos de gloria y en sus momentos de derrota.

¿Y cuál es la respuesta?

A] Franklin Delano Roosevelt. B] Winston Churchill. C] Adolf Hitler.

¿En qué consiste entonces el liderazgo? La enciclopedia lo define como la capacidad de un individuo para motivar a otros en la consecución de un mismo objetivo. Las librerías están llenas de títulos sobre el tema, y normalmente a los líderes se les pinta con colores brillantes, atributos envidiables, e ideales supremos. El líder es para la sociedad lo que el “maestro” es para la espiritualidad. No obstante, esto no es del todo verdad (en ambos casos).

Nuestro gran problema, principalmente en un mundo que se está volviendo cada vez más fundamentalista, es no tolerar que las personas en posiciones destacadas tengan errores humanos. Siempre estamos en busca del gobernante perfecto. Estamos siempre esperando que un pastor nos dirija y nos ayude a encontrar nuestro camino. En realidad, las grandes revoluciones y los grandes avances de la humanidad fueron impulsados por personas iguales a nosotros – con la única diferencia de que aquéllas tuvieron el valor necesario para tomar una decisión clave en un momento difícil.

P.C

miércoles, 25 de febrero de 2009

El vitriolo o la amargura

Al igual que el organismo segrega la libido (el líquido sexual que Freud identificó, pero que ningún laboratorio consiguió aislar jamás) el vitriolo se genera cuando un ser humano está bajo los efectos del miedo. La mayoría de las personas afectadas logra identificar su sabor, que no es ni dulce ni salado, sino amargo – de ahí viene que las depresiones se asocien indisolublemente con la palabra “Amargura”.

Todos los seres humanos tienen Amargura en su organismo –en mayor o menor proporción- así como casi todos tenemos el bacilo de la tuberculosis. Pero estas dos enfermedades sólo atacan cuando el paciente está debilitado, y en el caso concreto de la Amargura, el terreno para el desarrollo de la enfermedad está abonado cuando previamente ha germinado el miedo a lo que se conoce como “realidad”.

Ciertas personas, movidas por el afán de construir un mundo en el que no pueda penetrar ninguna amenaza externa, fortifican exageradamente sus defensas contra el exterior (gente desconocida, lugares nuevos, experiencias diferentes) y dejan el interior desguarnecido.

Partiendo de esta situación, la Amargura comienza a causar daños irreversibles.

El principal objetivo de la Amargura (o Vitriolo, que diría Freud) es contaminar la voluntad. Las personas que sufren este mal van abandonando sus deseos, y al cabo de pocos años ya no consiguen salir de su mundo, pues gastaron enormes reservas de energía construyendo unas murallas altísimas con la intención de que la realidad fuese como habían deseado.

Al evitar los ataques desde el exterior, están limitando también el crecimiento interno. Siguen yendo a sus trabajos, viendo televisión, quejándose de los atascos y teniendo hijos, pero todo eso ocurre de manera automática, sin llegar a entender bien por qué actúan de esta manera – al fin y al cabo, todo está bajo control.

El gran problema del envenenamiento por Amargura consiste en que todas las pasiones (odio, amor, desesperación, entusiasmo, curiosidad) dejan también de manifestarse. Transcurrido algún tiempo, ya no le queda al amargo ningún deseo. No tiene ganas de vivir, ni de morir. Éste es el problema.

Por eso, para los amargos, los héroes y los locos resultan siempre fascinantes: porque no tienen miedo de vivir ni de morir. Tanto los héroes como los locos son indiferentes ante el peligro, y siguen adelante aunque todo el mundo les diga que no deben hacer determinada cosa. El loco se suicida, el héroe se ofrece al martirio en nombre de una causa –pero ambos mueren, y los amargos se pasan muchos días y muchas noches comentando lo absurdo y lo glorioso de ambas acciones. Ese es el único momento en que el amargo tiene fuerzas para encaramarse a su muralla de defensa y mirar un poquito hacia el exterior, aunque muy pronto se le cansan las manos y las piernas, y regresa a su vida cotidiana.

El amargo crónico sólo nota su enfermedad una vez por semana: las tardes de domingo. Entonces, al no estar trabajando o inmerso en la rutina que alivia los síntomas, se da cuenta de que algo no va bien. Nada bien.

Inventario sobre la normalidad

1] Cualquier cosa que nos haga olvidar nuestra verdadera identidad y nuestros sueños, y nos haga apenas trabajar para producir y reproducir.

2] tener reglas para una guerra.

3] emplear varios años estudiando en la universidad, y después no conseguir trabajo.

4] trabajar de nueve de la mañana a cinco de la tarde en algo que no da ninguna satisfacción, con la condición de poder jubilarse después de treinta años.

5] Jubilarse, descubrir que ya no se tiene energía para disfrutar de la vida, y morir pocos años después, de aburrimiento.

6] Usar botox.

7] Procurar tener éxito financiero, en lugar de buscar la felicidad.

8] Ridiculizar al que busca la felicidad en lugar del dinero, calificándolo de “persona sin ambición”.

9] Comprar objetos como coches, casas, ropas y definir la vida en función de estas
comparaciones, en lugar de intentar averiguar la verdadera razón de estar vivo.

10] No hablar con extraños. Criticar al vecino.

11] Considerar que los padres siempre tienen la razón.

12] Casarse, tener hijos, y continuar juntos aunque el amor haya terminado, alegando que es por el bien de los niños (como si éstos no presenciaran las constantes peleas).

13] Criticar a todo aquel que intenta ser diferente.

14] Empezar el día con un despertador histérico al lado de la cama.

15] Creer que es verdadero absolutamente todo lo que está impreso.

16] Llevar un pedazo de tela de colores atado al cuello, sin ninguna utilidad conocida, pero que todos conocen con el nombre de “corbata”.

17] Nunca ser directo en las preguntas, aunque la otra persona entienda lo que se está queriendo saber.

18] Mantener la sonrisa en los labios cuando se tienen unas ganas locas de echarse a llorar. Y sentir piedad por todos los que demuestran sus sentimientos íntimos.

19] Pensar que el arte vale una fortuna, o que no vale absolutamente nada.

20] Despreciar por sistema lo que se consiguió fácilmente, porque, como no se dio el “sacrificio necesario”, no debe de tener las cualidades requeridas.

21] Seguir la moda, incluso cuando parece ridícula e incómoda.

22] Estar convencido de que todo famoso debe tener guardados montones de dinero.

23] Dedicar mucho esfuerzo a la belleza exterior, y preocuparse poco con la belleza interior.

24] Usar todos los medios posibles para mostrar que, aun siendo una persona normal, uno está infinitamente por encima del resto de los seres humanos.

25] A bordo de un transporte público, nunca mirar directamente a los ojos de la gente, pues tal cosa podría entenderse como un intento de seducción.

26] Al entrar al ascensor, mantenerse orientado hacia la puerta de salida, y comportarse como si no hubiera ningún otro ser humano allí dentro, por muy abarrotado que esté el lugar.

27] Jamás reírse a carcajadas en un restaurante, por muy buena que sea la historia.

28] En el hemisferio norte, elegir la ropa que se lleva de acuerdo a la estación del año: brazos desnudos en primavera (por mucho frío que haga) y pántolones de lana en otoño (aunque haga mucho calor).

29] En el hemisferio sur, llenar el árbol de navidad de algodón, aunque el invierno no tenga nada que ver con el nacimiento de Cristo.

30] Cuando alguien llega a mayor, creerse dueño de toda la sabiduría del mundo, aunque muchas veces no se haya vivido lo suficiente para reconocer lo correcto.

31] Ir a una feria de beneficencia y pensar que con eso ya se ha hecho bastante para acabar con las desigualdades sociales del mundo.

32] Comer tres veces al día, aunque no se tenga hambre.

33] Creer que los otros siempre nos superan en todo: son más atractivos, más competentes, más ricos, más inteligentes, etc. Es muy arriesgado aventurarse más allá de las propias limitaciones: lo más conveniente es no hacer nada.

34] Hacer de un automóvil un medio para sentirse poderoso, y capaz de dominar el mundo.

35] Soltar groserías en el tráfico.

36] Pensar que todo lo malo que hace el hijo de alguien es por culpa de las malas compañías.

37] Casarse con la primera persona que dispone de cierto estatus social. El amor puede esperar.

38] Repetir continuamente “Yo al menos lo intenté”, aunque en realidad no se haya intentado absolutamente nada.

39] Postergar las experiencias más interesantes de la vida para cuando ya no quedan fuerzas para llevarlas a cabo.

40] Huir de la depresión con fuertes dosis diarias de televisión.

41] Pensar que todo lo conquistado se puede dar por seguro para siempre.

42] Creer que a las mujeres no les gusta el fútbol, y que a los hombres no les gusta la decoración.

43] Echarle al gobierno la culpa de todo.

44] Estar convencido de que ser una persona buena, decente, educada, conlleva que los demás la consideren débil, vulnerable y fácilmente manipulable.

45] Estar igualmente convencido de que la agresividad y la descortesía en el trato con los otros equivale a tener una personalidad poderosa.

46] Tener miedo del parto.

47] Por último, creer que la religión de uno, además de la única dueña de la verdad absoluta, es la más importante, la mejor, y que todos los seres humanos de este inmenso planeta que crean en cualquier otra manifestación de Dios están condenados al fuego del infierno.

viernes, 6 de febrero de 2009

El cartero

Se llama Bud Spencer
pero jamás conoció el cine.
Era apenas el cartero
Entre tu éxodo y mi énfasis.

Yo buscaba un lápiz feroz para escribirte
un lunes para sorprenderte
un uniforme para su oficio.

El sólo tenía que repetir dos líneas,
como a quien se le ocurre de repente el mar,
apenas viera llegar
la madera breve de tus ojos.

Durante una época fue un cartero exitoso casi un buen final de Hollywood.

Hasta que vino la rara vida
a escribir sus propios parlamentos
a violar la correspondencia privada
a convertir al cartero
en un telegrama oscuro
de esos que ya no vale la pena leer
de tantos días que tienen
en el charco de la última gaveta.

Se llama Bud Spencer
pero nunca se pareció al cine.
Era apenas un extra
en el ensayo general de la derrota.

L.P.

Por calles que eran días...

Por calles que eran días
no buscaba el sol, ni el incendiario cosmos,
ni siquiera una esquina para prostituir al tiempo.

Tampoco era necesario el verso ni engrandecer la existencia,
o caer acaso en la fatiga del pensamiento.
Era simplemente cruzar sin mirar apenas,
desafiante en todo momento,
aunque sin el deseo de una posible desgracia.

La ciudad era inmensa,
con estaciones que pasan,
con veranos sedientos en postales de sirenas,
con la boca del metro,
con una vía láctea de neón
bajo el suelo,
bajo el asfalto.

El amanecer entonces no importaba nada como tampoco importa ahora.
Alguien me llamaba de vez en cuando
para llamar también de vez en cuando a alguien
descubriendo quizás la humillación propia de uno mismo.

Por calles que eran días no había nada,
la ciudad reptaba
con sus ruidos de ascensor viejo,
de vientres desalojados,
pensando quizás
en caminos nuevos donde asediar a una nueva sonrisa.

Por calles que eran días yo no era un presente
sino un secuestro sin esperanza de rescate,
pero eso sí, desafiante en todo momento,
con pistolas entre las cejas, por si las moscas.

Habría que saberlo...

Puede ser, acaso con la piel huyendo hacia ninguna parte, que la luna se pinte los ojos y con sus labios nos susurre esa canción de amor que seguimos esperando.
Puede ser que una lágrima derramada con amor sea el infinito mar que nos acaricia con sus olas.

Puede ser que una noche de súbitos gritos sea una puerta repleta de estrellas llamando a mi alma que viajan dentro de una gota de saliva nacida en la boca de un inocente niñito de pañales mojados.
Y, por qué no, que las patas de un elefante sean un manto sutil de una crisálida tan desnuda como un hilo.

Yo quiero saber si es posible que mis dudas sean el rumor de la brisa que se come la muerte dejándose peinar como una niña.

Existen, esas aguas tempranas sumergidas en el suelo tendido son una alfombra que casi no respira sueños. Y si lloro es porque quiero regar al viento que se me escapa de las manos.
Escribo sin saber por qué. Es posible que la luz creciente todavía ilumine los bordes de mis ilusiones. Quién sabe si el nombre del beso que me puso el alba es un pecho latiente. O, no sé, un naciente confín de mis recuerdos. Sigilosamente, casi a escondidas, podrían ser unos ojos ajenos a mí por los que observo el milagro de la vida.

Escribiré para el enamorado del mensaje chiquitito con el beso más amplio, sin respuesta para grandes preguntas. Mis manos están cansadas de tanto intentar abrir ventanas que se cerraron con carruajes de ocultos misterios.¿Quién no ama si es capaz de respirar?...

Yo no soy quién para desnudar el color del arco iris; se cruzan en mis adentros un sinfín de orquestas desafinadas. Se escucha mi voz en silencios ancestrales. Grito, grito, como pensamiento alejándose de mi mente: sí, que sí, que sí, que todo es posible si creemos en ello. Porque todo está por hacer...

Lo sé, no me lo repitas: es un soplo la vida. Pero el muelle de mis sueños hace que el verdor de mi telón hable como irrupción de una batalla de flores.Y qué si sueño. Y qué si mis sueños sueñan. Y qué si al despertar estaba soñando que la vida es un sueño.
Habría que saberlo...

Paradoja...

¿Qué sentido tenían mis días ahora que estaba sola en el mundo? ¿Qué sentido tenía incluso cuando estabas tú?¿Y cual era en general el significado de los días de todos los seres humanos?¿Por qué motivo las personas repetían los mismos gestos?¿Por costumbre, por aburrimiento, por incapacidad de imaginar algo distinto, de hacerse preguntas? O tal vez por miedo, porque es más fácil seguir el camino ya trazado.

Mientras empujaba el carrito de supermercado, miraba los rostros blanquecinos bajo la luz de neón y me preguntaba: ¿Qué vida tiene sentido? ¿Y cuál es el sentido de la vida? ¿Comer? ¿Sobrevivir? ¿Reproducirse? Lo hacen también los animales. Y entonces. ¿Por qué nosotros caminamos sobre dos patas y usamos las manos? ¿Por qué escribimos poesías, pintamos cuadros, componemos sinfonías? ¿Solo para decir que la barriga esta llena y que hemos copulado lo suficiente para garantizarnos la descendencia?

Ningún ser humano desea venir al mundo. Un buen día, sin que nos hayan consultado, nos encontramos en medio del escenario, algunos obtienen el papel de protagonistas, otros son simples comparsas, otros salen de la escena antes de finalizar el acto o prefieren bajar y disfrutar del espectáculo desde la platea - reír, llorar o aburrirse, según el programa del día.

A pesar de esta evidente violencia, una vez nacidos nadie se quiere ir. Me parecía una paradoja: no pido venir al mundo, pero una vez aquí, ya no me quiero ir. ¿Cuál es entonces el sentido de la responsabilidad individual? ¿Soy yo el que escojo o soy escogido?

¿Es pues verdadero acto de de voluntad lo que diferencia al hombre de los animales, decidir cuándo marcharse? No escojo venir al mundo, pero puedo decidir cuándo decir adiós: no ha sido por mi voluntad que he bajado, pero sí lo será cuando suba.

lunes, 2 de febrero de 2009

Tiempos de estar...

El peso de la noche es el peso de las preguntas que no tienen respuesta. La noche es de los enfermos, de los inquietos, no hay manera de liberarse de su tiranía. Se puede encender la luz, abrir un libro, buscar en la radio una voz reconfortante pero la noche sigue ahí al acecho: de la oscuridad venimos, a la oscuridad volvemos y oscuro era el espacio antes de que el universo tomara forma.

Quizá por eso las ciudades son siempre más luminosas y están llenas de atracciones. A cualquier hora de la noche, si se desea, se puede comer, comprar algo, divertirse. El silencio y la oscuridad se ven relegados a las pocas horas en las que vence el cansancio y se debe tratar de recuperar un poco de fuerzas para poder seguir, pero no es un sueño atravesado por el fulgor de las preguntas, es como un desmayo, un breve espacio en el que el cuerpo se ve obligado a ceder a la fisiología, para despertarse después ante una pantalla luminosa de la que nosotros sólo nosotros tenemos el mando de la distancia.

¿En qué crees?, me había preguntado mi tío. En el silencio de la noche daba vueltas y más vueltas en la cama sin lograr encontrar tranquilidad. Sabía que no vendría el sueño pero esperaba, inútilmente, al menos una especie de sopor. La pregunta flotaba en el aire arrastrando consigo tantas cosas, la primera entre todas, su gemela: ¿Por qué vives?

¿En que crees? ¿Por qué vives? A cada niño que nace se le debería entregar un pergamino con estas dos preguntas a las que contestar. Más tarde, con ese mismo folio rellenando con todas las acciones de nuestra vida, habría que presentarse también ante la muerte.

Si borramos la noche y el silencio, de hecho, no queda más espacio para las preguntas y ésta es la función del pergamino; para que cada niño que nace no crea que es sólo un objeto entre otros objetos, quizá el más perfecto, para que sepa (si a lo largo de los años le sucediera que tuviera que pasar una noche en vela) que no es una enfermedad lo que le mantiene despierto sino sólo su naturaleza, porque la capacidad de interrogarse le pertenece al hombre y a ningún otro ser.
¿En qué crees?

Se puede creer en tantas cosas, en la primera que se te propone, por ejemplo: cuando el niño come su papilla, esta convencido de que es la mejor del mundo porque nunca ha probado otras; si un huevo se abre delante de un gato, el pollito que nace buscará alimento en él porque creerá que es su hijo.

Se puede aceptar comer la misma papilla durante toda la vida o bien, en un determinado momento, se puede rechazar y apartar la cara como hace el niño cuando está saciado.
En cambio puede que nos demos cuenta de que no hay nadie que nos ofrezca comida y, así, nos quedamos hambrientos y sedientos, presos de un irrefrenable nerviosismo. Entonces la única manera de calmarse es moverse, pasear, hacer- y hacerse- preguntas buscando un rostro capaz de responder. ¿En qué crees, pues?

Creo en el dolor, que ha estado presente en gran parte de mi vida: es él quien me posee en algunos momentos, quien atraviesa mi mente y mi cuerpo, quien electriza, asola y deforma: es él quien desde el primer instante me ha vuelto fuerte para la vida, ha sido el dolor que ha puesto un temporizador en el corazón, provocando una probable explosión.

Hay dolor, y también alegría en mis primeros recuerdos; ansiedad, miedo y no la serena certeza del sentimiento de pertenencia. ¿De donde viene mi alma? ¿Se ha transformado conmigo o ha manado del misterio del tiempo fuera del tiempo? ¿Ha descendido sobre la tierra, contraviniendo a las leyes de la naturaleza, para poder socorrer a un cuerpo que descuidadamente la ha atraído, condenándola así a vivir en un vaivén, en la inquietud de ningún lugar, del no importa, para qué, para quién estoy aquí, como escuche una vez, de todas maneras todo se reproduce inexorablemente, desde los mohos hasta los elefantes? ¿Seré entonces un individuo producto de la inexorabilidad?

Agosto 2007.

Amores Tardíos

Suelen nacer de la melancolía de un pasado insatisfecho y el deseo de disfrutar lo que no se ha vivido plenamente. Efímeros, pasajeros y hasta intensos, a menudo se desvanecen dentro de la esperanza ilimitada que crea el amor. Por ello, a veces nos asombra la ingenuidad del amante tardío, el entusiasmo gozoso ante el descubrimiento de la persona amada.

ES UNA VUELTA ATRÁS AL PASADO COMO FUTURO

Su ardiente entusiasmo ignora la realidad del ser que ama y la distancia de años separadora, gozando la precaria ilusión recuperada. Es feliz sólo por momentos, pues “La eternidad es el instante”, hasta que se apaga la exaltación amorosa en una quietud inerte, reposo melancólico y mediativo. Entonces despierta del sueño de amor tardío para descubrir cuanto les separa y plantearse el dilema “La ruptura definitiva o la resignación postrera”
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Luego con la serenidad de los años, se cree descubrir el amor perfecto en el olvido de la pasión posesiva. Es fácil, encontrar el amor perfecto en el olvido de la pasión posesiva, es fácil encontrar en las veredas de la vida criaturas esplendorosas, bellísimas, que atraen y subyugan, pero las que encienden la luz donde están ¿ O mejor dicho donde esta?

Entonces se vive con sentimiento apagado, sin intensidad vibrante más contemplativa que real, con el único objeto de aspirar la esencia secreta del ser hacia el que se proyecta, pero no se vive el amor con solidez gozar de la superficie carnal de un alma y nada más.

La impotencialidad del hombre está unida a su impotencia porque hay realidades de la materia que nos imitan forzosamente.

Por ello, los amores tardíos aunque por su brevedad descubren la muerte de la vida, son dulces y melancólicos. ¿Pueden comprenderse, unirse estando situados en distintos espacios del tiempo? Algunos dirían que sí, que es posible unir seres distantes y distintos, pero ¿por cuanto tiempo? No importa lo que dure, y pese al abismo de vida y muerte que los separa, es posible vivir un amor profundo que se sabe temporal, finito.

Cuando se está esperando “la mano de nieve” puede brotar el último amor como desesperación por todo lo que no se encontró. La felicidad, el entendimiento recíproco que se realizaría en este último y definitivo amor. Pero como ya no hay futuro, no se puede esperar y se cae en la desesperanza, que es la más aniquiladora y mortal que la desesperación misma.

Este amor que busca reconquista la plenitud no logada, crea una angustiosa melancolía cuya única salida es la muerte como posibilidad cierta. Querer plenitud siempre es un sentimiento real, por ello nos aferramos al último amor como aliento mismo de vida.

Los amores tardíos son pues, trágicos, porque revelan esa infinita melancolía que es la historia de cada hombre.