lunes, 2 de febrero de 2009

Amores Tardíos

Suelen nacer de la melancolía de un pasado insatisfecho y el deseo de disfrutar lo que no se ha vivido plenamente. Efímeros, pasajeros y hasta intensos, a menudo se desvanecen dentro de la esperanza ilimitada que crea el amor. Por ello, a veces nos asombra la ingenuidad del amante tardío, el entusiasmo gozoso ante el descubrimiento de la persona amada.

ES UNA VUELTA ATRÁS AL PASADO COMO FUTURO

Su ardiente entusiasmo ignora la realidad del ser que ama y la distancia de años separadora, gozando la precaria ilusión recuperada. Es feliz sólo por momentos, pues “La eternidad es el instante”, hasta que se apaga la exaltación amorosa en una quietud inerte, reposo melancólico y mediativo. Entonces despierta del sueño de amor tardío para descubrir cuanto les separa y plantearse el dilema “La ruptura definitiva o la resignación postrera”
.
Luego con la serenidad de los años, se cree descubrir el amor perfecto en el olvido de la pasión posesiva. Es fácil, encontrar el amor perfecto en el olvido de la pasión posesiva, es fácil encontrar en las veredas de la vida criaturas esplendorosas, bellísimas, que atraen y subyugan, pero las que encienden la luz donde están ¿ O mejor dicho donde esta?

Entonces se vive con sentimiento apagado, sin intensidad vibrante más contemplativa que real, con el único objeto de aspirar la esencia secreta del ser hacia el que se proyecta, pero no se vive el amor con solidez gozar de la superficie carnal de un alma y nada más.

La impotencialidad del hombre está unida a su impotencia porque hay realidades de la materia que nos imitan forzosamente.

Por ello, los amores tardíos aunque por su brevedad descubren la muerte de la vida, son dulces y melancólicos. ¿Pueden comprenderse, unirse estando situados en distintos espacios del tiempo? Algunos dirían que sí, que es posible unir seres distantes y distintos, pero ¿por cuanto tiempo? No importa lo que dure, y pese al abismo de vida y muerte que los separa, es posible vivir un amor profundo que se sabe temporal, finito.

Cuando se está esperando “la mano de nieve” puede brotar el último amor como desesperación por todo lo que no se encontró. La felicidad, el entendimiento recíproco que se realizaría en este último y definitivo amor. Pero como ya no hay futuro, no se puede esperar y se cae en la desesperanza, que es la más aniquiladora y mortal que la desesperación misma.

Este amor que busca reconquista la plenitud no logada, crea una angustiosa melancolía cuya única salida es la muerte como posibilidad cierta. Querer plenitud siempre es un sentimiento real, por ello nos aferramos al último amor como aliento mismo de vida.

Los amores tardíos son pues, trágicos, porque revelan esa infinita melancolía que es la historia de cada hombre.

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