viernes, 6 de febrero de 2009

Paradoja...

¿Qué sentido tenían mis días ahora que estaba sola en el mundo? ¿Qué sentido tenía incluso cuando estabas tú?¿Y cual era en general el significado de los días de todos los seres humanos?¿Por qué motivo las personas repetían los mismos gestos?¿Por costumbre, por aburrimiento, por incapacidad de imaginar algo distinto, de hacerse preguntas? O tal vez por miedo, porque es más fácil seguir el camino ya trazado.

Mientras empujaba el carrito de supermercado, miraba los rostros blanquecinos bajo la luz de neón y me preguntaba: ¿Qué vida tiene sentido? ¿Y cuál es el sentido de la vida? ¿Comer? ¿Sobrevivir? ¿Reproducirse? Lo hacen también los animales. Y entonces. ¿Por qué nosotros caminamos sobre dos patas y usamos las manos? ¿Por qué escribimos poesías, pintamos cuadros, componemos sinfonías? ¿Solo para decir que la barriga esta llena y que hemos copulado lo suficiente para garantizarnos la descendencia?

Ningún ser humano desea venir al mundo. Un buen día, sin que nos hayan consultado, nos encontramos en medio del escenario, algunos obtienen el papel de protagonistas, otros son simples comparsas, otros salen de la escena antes de finalizar el acto o prefieren bajar y disfrutar del espectáculo desde la platea - reír, llorar o aburrirse, según el programa del día.

A pesar de esta evidente violencia, una vez nacidos nadie se quiere ir. Me parecía una paradoja: no pido venir al mundo, pero una vez aquí, ya no me quiero ir. ¿Cuál es entonces el sentido de la responsabilidad individual? ¿Soy yo el que escojo o soy escogido?

¿Es pues verdadero acto de de voluntad lo que diferencia al hombre de los animales, decidir cuándo marcharse? No escojo venir al mundo, pero puedo decidir cuándo decir adiós: no ha sido por mi voluntad que he bajado, pero sí lo será cuando suba.

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