viernes, 6 de febrero de 2009

Por calles que eran días...

Por calles que eran días
no buscaba el sol, ni el incendiario cosmos,
ni siquiera una esquina para prostituir al tiempo.

Tampoco era necesario el verso ni engrandecer la existencia,
o caer acaso en la fatiga del pensamiento.
Era simplemente cruzar sin mirar apenas,
desafiante en todo momento,
aunque sin el deseo de una posible desgracia.

La ciudad era inmensa,
con estaciones que pasan,
con veranos sedientos en postales de sirenas,
con la boca del metro,
con una vía láctea de neón
bajo el suelo,
bajo el asfalto.

El amanecer entonces no importaba nada como tampoco importa ahora.
Alguien me llamaba de vez en cuando
para llamar también de vez en cuando a alguien
descubriendo quizás la humillación propia de uno mismo.

Por calles que eran días no había nada,
la ciudad reptaba
con sus ruidos de ascensor viejo,
de vientres desalojados,
pensando quizás
en caminos nuevos donde asediar a una nueva sonrisa.

Por calles que eran días yo no era un presente
sino un secuestro sin esperanza de rescate,
pero eso sí, desafiante en todo momento,
con pistolas entre las cejas, por si las moscas.

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