La vida da las vueltas que a veces uno no quisiera, y no da las que uno espera.
¿Entonces de qué se trata todo esto?
Todo se reduce a algo tan simple como querer ser feliz. Pero se complica con algo tan sencillo también, como una veintena de situaciones que tratan de impedirlo.
Entonces, desde ese momento somos guerreros, en la eterna lucha por conseguir esa tan esquiva felicidad.
Y cargados de armas, de la más diversa índole, armas intangibles, nos pintamos el rostro con pintura de guerra, a veces sin saberlo, donde la inteligencia es una de las mejores armas, la sonrisa otra, las palabras, un muy interesante recurso, y la intuición nuestra bandera.
Enfrentamos esa veintena de baches, o piedras o distracciones en el camino, que debemos sortear hacia ese objetivo que es claro y preciso: ser feliz.
Sin embargo, la interelación a nivel universal, es tan perfecta y coordinada, que el efecto mariposa es simplemente inevitable, para bien o para mal.
Los ¿por qué? pueden ser interminables de nombrar, pero como en un juego de billar, una bola choca con otra y con las demás, que a su vez vuelven a chocar a las que quedan, y así sucesivamente.
Puede llamarse destino. Lo que tiene que ser será, pase lo que pase.
¿Cuántas veces he ido caminando por una vereda y de pronto sin saber el por qué, atravieso la calle, doblo por una esquina por la que nunca lo hago, y algo sucede, me encuentro con alguien...y así una cosa se topa con otra y otra y otra más.
Es como tirar una piedra en el agua de un río. Las ondas que se producen van chocando sin parar con todo lo que encuentran a su paso, cambiando el entorno por completo.
Y en la búsqueda de la tan ansiada felicidad, y su tan dificultoso camino por el que a lo largo de nuestra vida observamos actitudes, reconocemos engaños, y presenciamos el actuar de las personas, nos vamos convirtiendo en arquitectos, diseñadores, constructores, albañiles, inventores, y realizamos las más perfectas máscaras y caretas; armaduras; cercas protectoras; puertas y ventanas; cadenas y nudos; puentes levadizos, en fin, toda clase de obstáculos puestos a nuestro alrededor para protegernos. Somos tan vulnerables y frágiles.
De pronto la simpleza se tornó complicada. La confianza se convirtió en utopía, y la sensibilidad en debilidad. Todo ha sido reemplazado por una lucha casi a muerte dentro de una sociedad “bien construida”, donde sólo se habla de negocios, de metas, de logros, de deberes y compromisos exteriores, que parecen ser la bandera del éxito y la escala hacia la dicha, hacia la eterna sonrisa y la tan anhelada felicidad.
Y es en este caminar donde vamos perdiendo poco a poco nuestra esencia natural, la pureza, la confianza, y comenzamos a transformarnos un poco en actores, otro poco en camaleones, mucho en adultos seguros de sí mismos que discuten y negocian, (habiendo simplemente un niño lleno de bondades que entregar dentro y detrás de aquella imagen). Mostramos seriedades o sonrisas para ocultar el llanto que nos produce la ternura y hasta olvidamos el tremendo poder de una caricia o del silencio.
Pero, si me acerco lentamente hasta cualquier ser humano, elegido al azar, con honestidad, verdad y transparencia, (aunque también pudiera no ser de esa forma), en la seguridad del conocimiento interior propio, de que somos todos tan parecidos, tan vulnerablemente hermosos y perfectos, detrás de todas esas capas y más capas de protección, como en una cebolla, tengo la total seguridad que encontraré su alma, bella, expuesta y confiada.
¿Y cómo hago eso?...muy fácil y muy simple. A través de sus ojos. Somos lo que existe dentro de nosotros mismos. Somos alma pura y traslúcida que mira al exterior, sintiéndose protegida por el cuerpo, tal como un organismo marino, que se protege de las mareas y los depredadores dentro de su caracol, que lo acompaña a todas partes.
Y nos asomamos y atisbamos el mundo sólo por las pupilas, esos dos pequeñísimos orificios en nuestro rostro. Somos todo un cuerpo que guarda un alma que simplemente se asoma por las pupilas.
Y si juego a la confianza con buenas armas (también se lograría con las otras), a la entrega en la ternura y la cercanía, comenzarían poco a poco a caer las barreras, los cercos, las armaduras, las capas de la cebolla, una a una, y se abrirían las puertas y las ventanas, y se romperían las cadenas y se desatarían los nudos, quedando el alma reluciente. ¿Por qué sería de esta forma?, porque todos estamos asustados, pero también ansiosos de encontrar en quién confiar, a pesar de lo que pueda suceder.
Y en la búsqueda de la felicidad, el amor es un gran protagonista, y aquí les quiero mostrar una verdad, una lección de vida. Antoine de Saint Exupery, en su cuento El Principito, nos enseña de manera simple, un camino en el que seguramente todos hemos estado alguna vez, y que sin saberlo, se ha transformado imperceptiblemente en el encuentro del amor con nuestra alma.
En el capítulo XXI, el principito se encuentra con el zorro, y cito textualmente algunos momentos del encuentro:
-Soy un zorro-dijo el zorro.
-Acércate..., ven a jugar conmigo-propuso el principito- Estoy tan triste!...
-Jugar contigo? No..., no puedo-dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.
-Has dicho "domesticar"? Qué significa "domesticar"?
-Ah!..., es una cosa muy olvidada-respondió el zorro- Significa "crear lazos".
-Crear lazos?-preguntó el principito.
-Así es-confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para tí más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas..., sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en el mundo...
-Creo que empiezo a entender-dijo el principito- Hay una flor... Creo que me ha domesticado.
Luego prosiguió:
-Si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. Mira! Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo...
El zorro en silencio, miró por un gran rato al principito.
-Por favor... domestícame!-suplicó.
-Y... qué es lo que debo hacer?-preguntó el principito.
-Debes tener suficiente paciencia-respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca. Lo mejor es venir siempre a la misma hora-dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; comenzaré a descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-Qué son los ritos?-preguntó el principito.
-Se trata también de algo bastante olvidado-contestó el zorro- Es aquello que hace que un día se diferencie de los demás, una hora de las otras horas. Te daré un ejemplo. Entre los cazadores hay un rito. Todos los jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Para mí el jueves es un maravilloso día, ya que paseo hasta la viña. Si los cazadores no tuvieran un día fijo para su baile, todos los días serían iguales y yo no tendría vacaciones.
-Vuelve y observa una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.
Se dirigió el principito nuevamente a la rosas.
Luego regresó hacia donde estaba el zorro:
-Adiós-dijo.
-Adiós-dijo el zorro- Mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos-repitió el principito a fin de acordarse.
-El tiempo que dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
Entonces, ¿por qué cerrar el alma y ocultar el corazón, si lo que deseamos es que alguien especial lo vea y se enamore, y nos descubra y nos domestique?, y no sólo un amor de pareja, sino cualquier tipo de cariño o simpatía de cualquier tipo de persona para la que podamos convertirnos en imán? Y nos quiera, y simpatice, y se acerque y confíe, y así lentamente se filtre la felicidad en nuestra vida de pareja, de trabajo, de entretención, y de los momentos en que también necesitamos estar solos.
Anoche vi una película, un joven que todo lo filmaba, invita a su vecina, amiga y compañera de colegio, a ver lo más hermoso de todo lo que había grabado.
Consistía en parte de una calle solitaria. Sobre el pavimento, esparcidas muchas hojitas rojizas, otoñales, caídas de algún árbol. También una bolsa blanca de supermercado, que el viento arremolinado hacía girar, y subir, y bajar, en una sinuosa y rítmica danza, que mecía y arrastraba como en un oleaje, también las hojas en el suelo.
Esa danza silenciosa, casual, casi mágica, donde la brisa, la bolsa, y el tiempo se confabularon para que el joven pasara por ahí en ese instante, y pudiera perpetuar con una cámara ese sensible momento.
El dijo a su amiga, durante 15 minutos esa bolsa estuvo danzando para mí, ha sido lo más hermoso que he visto.
La escena no pudo ser más simple, pero tampoco pudo ser más hermosa, llena de fantasía y de melodía. Por unos minutos el tiempo se detuvo. Hay que detenernos en las cosas, todas tienen una belleza oculta, esperando ser descubierta.
Es un precioso y muy preciado alimento para el alma, que es quién más la disfruta, y la absorve, y la siente, y la vive y se emociona, descubrir la belleza en todas las cosas y situaciones de la vida. La naturaleza tiene mucho que ver, porque nos brinda la mayoría de esos momentos.
Entonces, en síntesis, en la búsqueda de la felicidad, a veces los árboles no nos dejan ver el bosque; otras veces estamos tan concentrados en buscarla, que puede pasar a nuestro lado y no la vemos; pero lo que sí es claro, es que se esconde en la simpleza, en la gratuidad, en la transparencia, no se adorna, ni se disfraza de algo que no es, no se necesita un mapa para encontrarla porque está frente a nuestros ojos la mayoría de las veces, el problema es que no la miramos, y cuando la miramos no la vemos.
Es dentro de nosotros mismos donde debemos prepararnos para recibirla. Si en ese sitio estamos bien, en todo sitio estaremos bien, y entonces debemos ser espejo, y reflejarla e irradiarla por doquier, y ayudar a propagar el efecto mariposa, que nos dice que en 1960, el meteorólogo Edward Lorenz, quien se dedicaba a estudiar el comportamiento de la atmósfera, tratando de encontrar la forma de hacer predicciones acerca del clima, a partir de simples variables simuladas en un ordenador, se dio cuenta que pequeñas diferencias en los primeros datos, llevaban a grandes diferencias en la predicción final, en la cual hasta el aleteo de una mariposa al otro lado del planeta, podría introducir perturbaciones en el sistema de predicción de una tormenta.
Esto llevado a nuestra vida diaria, podría significar que varias sonrisas, o palabras amables, o momentos de compañía, pueden producir un cambio interior en las personas que las reciben, incluso sin que se den cuenta.
¿Y cómo se puede recibir y percibir lo bello de la vida si se está cubierto de capas y más capas de protección ante el dolor y la tristeza?, ¿Cómo se reconocerá el amor detrás de la armadura?,
¿Cuál, según tú, es la manera de conseguir todo esto sin ser dañados en el camino?, ¿Hay que correr el riesgo para llegar a la confianza, al respeto, y a la entrega total y expuesta de nosotros mismos?
¿El hecho de que seamos infinitamente fuertes a medida de nuestro sufrimiento, nos capacita para arriesgarnos a salir del escondite cuando creemos haber encontrado los caminos, las respuestas, y las personas especiales?, ¿Creemos cada uno en una fuerza superior a la que aferrarnos en el dolor, la soledad y el engaño?
Creo que la respuesta se encierra en esta frase de Khalil Gibran que se puede aplicar a todos los momentos de la vida, que cita:
“No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche”.